el minero y la lamia
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Vivía, hace tiempo, en un pequeño pueblo de Zuberoa, un minero. Era un minero pobre, pero muy ambicioso. Un día, al volver de la mina camino de su casa, lamentandose de su situación, se encontro con una lamia, que al verlo tan abatido le preguntó qué le pasaba. Este le contó que picar piedra era muy trabajoso y que apenas daba para vivir, y que lo que él quería era ser rico. Así que la lamia, por ver acabar su sufrimiento, le hizo rico. Al cabo de un tiempo, volvieron a encontrarse y la lamia encontró al minero tan abatido como la última vez.
- ¿Qué te pasa ahora? -Le preguntó la lamia. - Es que, soy rico sí, pero... me aburro.. Si fuera poderoso... Si fuera emperador!! Y la lamia lo hizo emperador. Así vivió feliz, hasta que llegó el verano. Fue un día muy caluroso (poco habitual aquí) cuando la lamia y el minero, ahora emperador, volvieron a encontrarse. Al verla acercarse, el hombre dijo: - Soy poderoso, sí, y rico... pero el sol es aún más poderoso! Ay si fuera sol... Y la lamia lo hizo sol. El minero estaba muy feliz, dando sombra a quien quería y luz cegadora a quien más le apetecía, pero de repente una nubecita se le colocó delante, impidiéndole hacer ni ver nada. Así que el minero le gritó a la lamia: - ¡Ay lamia! mírame. Soy sol sí, pero la nube es más poderosa que yo. Y la lamia una vez más lo transformó en nube. Estaba muy contecto el minero, mojando a quien quería, lanzando rayos y truenos a la tierra y todo eso que hacen las nubes. Pero de repente no pudo avanzar, y al mirar adelante vió que una gran montaña le impedía el paso. Asi que buscó a la lamia y le volvió a decir: - Te agradezco mucho lo que has hecho por mi. Pero aun no soy tan poderoso, la montaña es más poderosa que yo. Y la lamia lo convirtió en montaña. Y así estaba contento y feliz hasta que empezó a sentir unos pinchazos. Y al mirar abajo vio a los mineros que escabarban en él. Así que llamó a la lamia y le dijo: - De verdad te agradezco todo lo que has hecho, pero quiero volver a ser lo que era antes, un minero, por que he visto que es el más poderoso de todos. Y la lamia lo convirtió una vez más en lo que era, un simple minero. Y este tan feliz volvió a su trabajo, sin volver a necesitar la ayuda de la lamia.
- ¿Qué te pasa ahora? -Le preguntó la lamia. - Es que, soy rico sí, pero... me aburro.. Si fuera poderoso... Si fuera emperador!! Y la lamia lo hizo emperador. Así vivió feliz, hasta que llegó el verano. Fue un día muy caluroso (poco habitual aquí) cuando la lamia y el minero, ahora emperador, volvieron a encontrarse. Al verla acercarse, el hombre dijo: - Soy poderoso, sí, y rico... pero el sol es aún más poderoso! Ay si fuera sol... Y la lamia lo hizo sol. El minero estaba muy feliz, dando sombra a quien quería y luz cegadora a quien más le apetecía, pero de repente una nubecita se le colocó delante, impidiéndole hacer ni ver nada. Así que el minero le gritó a la lamia: - ¡Ay lamia! mírame. Soy sol sí, pero la nube es más poderosa que yo. Y la lamia una vez más lo transformó en nube. Estaba muy contecto el minero, mojando a quien quería, lanzando rayos y truenos a la tierra y todo eso que hacen las nubes. Pero de repente no pudo avanzar, y al mirar adelante vió que una gran montaña le impedía el paso. Asi que buscó a la lamia y le volvió a decir: - Te agradezco mucho lo que has hecho por mi. Pero aun no soy tan poderoso, la montaña es más poderosa que yo. Y la lamia lo convirtió en montaña. Y así estaba contento y feliz hasta que empezó a sentir unos pinchazos. Y al mirar abajo vio a los mineros que escabarban en él. Así que llamó a la lamia y le dijo: - De verdad te agradezco todo lo que has hecho, pero quiero volver a ser lo que era antes, un minero, por que he visto que es el más poderoso de todos. Y la lamia lo convirtió una vez más en lo que era, un simple minero. Y este tan feliz volvió a su trabajo, sin volver a necesitar la ayuda de la lamia.
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